sábado, 20 de agosto de 2011

“LA CHICA DE KENSINTON GARDEN”


“LA CHICA DE KENSINTON GARDEN”

La niebla era espesa aquella mañana, yo volvía de la biblioteca atravesando Kensington Garden por The Broad Walk, cuando súbitamente y a bastante velocidad salió un vehículo negro de gran cilindrada, precedido de uno más pequeño, de la calle que lleva a palacio, una chica que llegaba a mi altura paseando, con un gorro calado hasta las cejas no se percato de los vehículos, y conseguí agarrarla justo a tiempo de que el primero pasase rozándole el bolso que llevaba colgado, al tiempo que el “Ulises” de James Joyce que quería leerme voló por los aires estrellándose unos metros más atrás, vislumbre la figura de una mujer rubia en la parte trasera del segundo vehículo, y cuando mire a la joven esta tenía una cara de susto, que mas bien parecía una muerta, pálida y desencajada, el gorro con el movimiento brusco se había caído, y su melena pelirroja le caía sobre los hombros y sobre su frente tapándole en parte unos enormes ojos verdes, unos cascos colgaban hasta el suelo, en donde había un walkman abierto del que sobresalía una casete de “the Smith”; le ayude a recoger todo mientras ella como podía me agradecía que la hubiese apartado de los vehículos, con la música ni se había enterado, insistió en invitarme a un té como mínimo en agradecimiento, yo ante aquella sonrisa tan dulce y aquellos ojos tan grandes, no pude resistirme, recogí mi “Ulises” un poco deteriorado, y solo recuerdo que cuando nos separamos cada uno en una dirección ya había oscurecido, nos habíamos pasado todo el día juntos, charlando de libros, de sueños, de pasados y futuros.

Niamh que estaba estudiando en la universidad, había decidido volver a verme al día siguiente, y cuando salí de casa por la mañana, para asistir a mi clase, ella estaba aguardándome sentada en las escaleras, como si lo hiciese desde siempre, al principio me pareció maravilloso, no me daba cuenta de nada, a los quince días estaba con las maletas en mi casa, me esperaba a la salida de clase, y me acompañaba a todas partes, todo era maravillosamente agobiante, pero no lo veía, al mes comenzaron las pequeñas discusiones por si salía hablando con una compañera de clase, quien era, que tenia con ella, si me cruzaba la mirada con alguna mujer de edad inferior a 95 años, que si la conocía, que de que la conocía, si había tenido algo con ella, aquello comenzaba a agobiarme de gran manera; pero el colmo fue cuando a los tres meses se me presentaron en casa sin previo aviso sus padres, que habían venido desde un pueblecito al lado de Galway, a verla y a conocerme, ya no sabía qué hacer, me veía casado en algún lugar de Irlanda, bebiendo cerveza para olvidar que tenía una esposa, y asistiendo todos los domingos a misa, bajo una incesante lluvia, pero alguien debió de compadecerse de mi ahí arriba, la suerte me sonrió una vez más.

Eva, una amiga de la infancia me llamo que venía a Londres a pasar unos días, le conté mi problema que no tenia sitio en casa, ella se partía de risa, pero me dijo, tu cuando llegue sígueme la corriente, en todo vale?, yo como un tonto desesperado, me agarraba a lo que fuese para salir de aquel fuego. El viernes sobre el medio día, estaba preparando un examen, cuando sonó el timbre, Niamh se apresuro a abrir la puerta, y escuche la voz de Eva desde la entrada que preguntaba por mí, me levante y fui apresurado pensando que por fin llegaban mis soluciones, pero la sorpresa fue mayúscula, nada más verme Eva se abrazo a mí y me beso, ahí Niamh ya salto, y se armo el belén, entre gritos e insultos Eva saco una foto de ella con mi sobrino en brazos, diciéndole que ese era nuestro hijo, que llevábamos tres años casados, etc… casi me caigo de espaldas, los ojos verdes de Niamh echaban verdaderos rayos de muerte, nunca vi a una mujer mirarme con tanto odio, entre gritos e insultos Niamh fue haciendo las maletas y antes de que me diese cuenta, partió de mi vida con el alma destrozada y el corazón lleno de odio, no sin dejarme un regalo en la mejilla con una de sus uñas, que me hace recordarla cada vez que me miro al espejo, lamente mucho que fuese así, pero cuando la vi salir, me senté sobre la cama como si me hubiesen quitado una mochila de 300 kilos de la espalda. Eva se partía, sabía que lo que había hecho estaba mal, pero le encantaba actuar, me miro con sus ojos negros “anda esposo mío, enséñame la ciudad de noche y de día”.

Nunca más supe de Niamh, supongo que al día de hoy me seguirá odiando, pero el paso del tiempo hace que veamos los recuerdos de forma diferente, yo ya casi no recuerdo sus insoportables celos, pero si el brillo de sus ojos verdes al sonreír, y su cara llena de pecas que con la palidez de su cara hacían que pareciese una muñeca, ya no recuerdo los insultos del último día, pero contrariamente si como cruzaba las piernas en el alfeizar de la ventana de la habitación mientras cantaba en gaélico canciones de su niñez, o escribía poemas que nunca conseguí traducir.

César Gorín

8 de Agosto del 2011

http://lucesdeluciernagas.blogspot.com/

Derechos Reservados
Prohibida la Reproducción total o parcial,
por cualquier medio, sin la autorización del autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario