jueves, 22 de septiembre de 2011

“NUEVE OLAS”


“NUEVE OLAS”

María estaba sentada entre los brazos de Joaquín en la playa, la luna menguaba aquel 26 de Agosto pero el cielo despejado mostraba un manto de estrellas, las vacaciones tocaban a su fin y María a sus 45 años sabía que ya no le quedaban muchas oportunidades de ser madre, en un principio lo habían retrasado por el trabajo, mas tarde los niños no querían venir, y aunque habían recorrido diferentes especialistas y todo estaba perfecto, no venían.

María miro su reloj regalo de Joaquín, ya pasaba de medianoche unos segundos, se levanto, sonrío mirando a Joaquín, a pesar de su falta de pelo aun seguía siendo atractivo.- Me apetece bañarme, ¿vienes?.- Joaquín la miro un poco sorprendido.

-No cari, que después me enfrío y ya sabes que pasa.- María se encamino hacia el mar al tiempo que se desnudaba, se adentro hasta que el mar le daba por el vientre, cerró los ojos y comenzó a contar las olas dándole a esa altura, una, dos, tres… ocho, parecía como si el tiempo se hubiese parado y nueve, dio media vuelta y volvió a los brazos de Joaquín.- esta fría, pero riquísima.- Joaquín la abrazo con fuerza para darle calor y la beso suavemente en el cuello.

Cuando llegaron al hotel, María lo tenía preparado todo, el cava, las velas, la música suave, hicieron el amor un par de veces, para quedarse dormidos abrazados.

Al amanecer María se estaba vistiendo silenciosamente, pero Joaquín se despertó ante su falta de la cama.- ¿A dónde vas?.- María se sobresalto, le beso suavemente.- sigue durmiendo cari, necesitas descansar y a mí me apetece dar una vuelta antes de marcharnos.- Joaquín sonrío y volvió a cerrar los ojos, María bajo apuradamente y se dirigió a la ermita de la virgen, en el promontorio de la playa, le dejo su ofrenda tras rezarle unas oraciones y realizarle una promesa de regreso al año siguiente si se cumplían sus peticiones.

Dio un largo paseo por la playa de la Lanzada como despedida, antes de regresar al hotel para desayunar, recoger las maletas y emprender el camino de regreso a Madrid.

Un mes y medio después, tras tener una falta su ginecólogo le dio la gran noticia y tanto tiempo esperada, por fin estaba embarazada, inmediatamente llamo a Joaquín a la oficina para darle la noticia, y esa noche se durmió de nuevo entre los brazos de Joaquín sabiendo que por fin tendrían el regalo más esperado.

El segundo día de agosto del año siguiente, María visito la ermita de la Lanzada con su niña en brazos, para en agradecimiento ofrecérsela bajo su manto y protección, y bautizarla en aquel lugar que para ella era ahora tan especial.

César Gorín

22 de Septiembre del 2011

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