jueves, 1 de noviembre de 2012

"SOIS MÍOS"


“sois míos”

Habíamos decidido atravesar por la casa abandonada al final del pueblo, queríamos llegar rápido a la avenida principal, y comenzar a recorrer las casas pidiendo dulces, Luis iba disfrazado de fantasma, Antonio de muerto viviente y yo de muerte, la verdad es que éramos un trió bastante esperpéntico, el viejo caserío con sus ventanas desvencijadas y sus cristales rotos, parecía bastante imponente, y los 100 metros de jardín y maleza varia que teníamos que atravesar a plena luz de la luna parecían una tarea fácil. Cuando aproximadamente ya llevábamos la mitad del camino, una nube tapo la luna, y la oscuridad nos envolvió.
-¿qué es eso?-señalaba Luis una de las ventanas, mirábamos todos pero no se veía nada
-¿Lo qué? –Luis tenía la cara desencajada.
-He visto una luz en la ventana del primer piso.-yo estaba totalmente asustado y apostaba algo a que a Antonio le pasaba lo mismo.
-Pues yo no he visto nada, ¿y tu Antonio?- al darme la vuelta descubrí que Antonio estaba llorando, detrás de él había una gran sombra, algo sin definición, y se veía como si algo muy oscuro estuviese saliéndole del pecho, Luis y yo estábamos totalmente acojonados mirando aquel espectáculo monstruoso, los ojos de Antonio se le estaban saliendo de las orbitas, y su rostro se estaba desfigurando por el dolor. Como por arte de magia la sombra desapareció al tiempo que Antonio caía al suelo como un fardo.
Antonio estaba inconsciente en el suelo, pero aun respiraba, lo recogimos entre Luis y yo como pudimos, y comenzamos el resto del camino hasta el enrejado de la avenida, cuando estábamos intentando abrir la verja, note un enorme frio atravesándome la espalda, podía ver frente a mí a Luis sujetando a Antonio, un dolor en el pecho comenzó a ser enorme, quise pedirle ayuda a Luis, pero de mi garganta no salía nada, notaba como mis energías desaparecían y como mis ojos se cerraban.
Cuando desperté estaba postrado en una cama del hospital, rodeado de cables y maquinas, en la habitación había dos camas más donde estaban Luis y Antonio.
Y allí estaba, en el fondo de la habitación, apoyada en la pared, no podía verle los ojos, pero si notaba su mirada, y su sonrisa maquiavélica, y en mi cabeza resonó una sola frase, “sois míos” y comencé a gritar.
César Gorín
1 de Noviembre del 2012

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