domingo, 18 de noviembre de 2012

"CRISIS"


“CRISIS”

La mañana era fría, y las luces de navidad ya estaban puestas, aunque aún faltaban un par de días para que las encendiesen. Las pocas gentes existentes caminaban con prisa, en dirección a esos trabajos que nadie quiere hacer, caras aun soñolientas, y narices rojas.
Esperaba paciente el bus, y a mi lado impaciente una chica no dejaba de mirar el reloj de pulsera, seguramente iba tarde para el trabajo, una mulatita brasileña, unos metros más allá hablaba en voz alta por teléfono con un posible cliente, a lo lejos se diferenciaba como se ganaba la vida.
Subí al bus tras dejarlas pasar, según iba acercándome al fondo, veía los rostros conocidos de cada mañana, cada vez había menos de esos rostros, que en los últimos cinco años me acompañaban en mi viaje matutino en el bus, se notaba que la crisis había pasado dañando a muchas familias del barrio.
Durante las siguientes ocho paradas fue subiendo y bajando gente, pero en todas las caras se veía la misma tristeza, me daba cuenta que la alegría que antes se veía, poco a poco había desaparecido de esos rostros.
La crisis había afectado mucho en aquella pequeña ciudad industrial, llevando la desesperación a muchas familias.las huelgas y las protestas tampoco habían solucionado nada, y los políticos, bueno los políticos eran especímenes aparte que realmente no vivían a pie de calle, y no tenían ni idea de los problemas de las personas.
Me baje en mi parada y recorrí las dos calles hasta el pequeño taller en donde trabajaba, según me iba acercando distinguí a mi dos compañeros en la puerta, estos al verme llegar me hicieron señas de que apurase, los mire asombrado, a estas horas ya deberían estar dentro.
Al aproximarme vi en la verja un cartel que simplemente ponía “Cerrado por cese de actividad”, mis compañeros hablaban precipitadamente, pero yo no escuchaba nada, solo se me acababa de caer el mundo encima.

César Gorín

sábado, 17 de noviembre de 2012

"AL COLE"


“AL COLE”

-¡No quiero ir!- Jeremías gritaba cogido de la mano de su madre camino del colegio, medio a rastras, medio a saltos, con la cara enrojecida de la rabia. Margarita ni se inmutaba y tiraba de él como si se tratase de una mula. Era la pelea de cada día.
Tras pasar la puerta del colegio y cuando ya Margarita había desaparecido, repentinamente Jeremías dejo de llorar, recogió la cartera que segundos antes había tirado al suelo y avanzo por el pasillo como si nunca hubiese sucedido nada.

Margarita tras avanzar unos metros por el patio del colegio, saco un pañuelo del bolso, y se seco los dos lagrimones que le estaban rodando por las mejillas, cada mañana era la misma escena, pero ella sabía que tenía que mantenerse fuerte ante los ojos de Jeremías, en el momento en el que la viese flaquear un poco, estaría perdida y en vez de durar un par de semanas las escenas, durarían meses.

César Gorín

domingo, 11 de noviembre de 2012

¡RESPIRABA!


¡RESPIRABA!

¡Respiraba!, si respiraba y estaba vivo, intente levantarme del suelo, pero me dolía todo el cuerpo, el hombro, las costillas, las piernas, era un dolor generalizado y agudo. Poco a poco me levante, estaba mareado, todo daba vueltas a mi alrededor, sangraba por una rodilla y estaba lleno de arañazos, mire un par de metros más arriba, allí estaba la bicicleta bastante destrozada, con gran esfuerzo subí los metros que me separaban de la carretera entre pinos, tenia suerte de no haberme roto la cabeza contra uno de ellos, el casco había hecho bien su trabajo, protegiéndome y salvándome.
En la subida rebusque en la pequeña bolsa que llevaba en el cuadro, saque el móvil puse en funcionamiento el gps y llame a emergencias explicándoles donde estaba y lo que había sucedido.
Mientras esperaba los servicios médicos, mi mente no dejaba de pensar en el cabrón que al adelantarme no se había separado y me había cruzado el coche delante haciendo que me cayese por el terraplén, deseaba que se estrellase con su puñetero coche y se matase.
A mi salida del hospital horas más tarde, tenía la clavícula y varias costillas rotas, magulladuras y cardenales por todo el cuerpo, estaba lleno de calmantes para el dolor, pero respiraba, y daba gracias de poder contarlo.

César Gorín

domingo, 4 de noviembre de 2012

"TSUNAMI"


“TSUNAMI”

Jerónimo se sirvió una última copa de vino mientras finalizaba de leer el capítulo de la nueva novela que le había traído Jonás. Isabel estaba en cama con el ordenador, como siempre metida en el facebook con sus amigos. Cerró el manuscrito tras hacer unas anotaciones en el margen. Se levanto con la copa en la mano en dirección a la terraza. Jonas esta vez le había traído algo realmente bueno, quizás pudiese vender doscientos mil ejemplares, y algún premio seguro que le caía, movería sus influencias.
Saboreo un pequeño sorbo del Ribera del Duero mientras contemplaba el mar desde la terraza, cuando todo el suelo comenzó a temblar, cada vez más intenso, Isabel bajo las escaleras corriendo.
-¡Un terremoto! ¡Jerónimo por Dios, muévete!
Jerónimo estaba absorto contemplando la inmensidad que se estaba levantando delante de él, parecía un muro de agua de más de tres metros, que estaba cogiendo velocidad en su dirección, quizás estaba a poco más de una milla de distancia, pero tardaría pocos segundos en devorarse todas las casas de la playa que se encontrase a su paso.
Jerónimo soltó su copa y como si el afán de supervivencia le llamase, se soltó el cinturón y lo ato a la columna de acero que tenia a escasos dos metros, sabía que su única posibilidad era que la columna aguantase la primera embestida que era la más fuerte. Pensaba esto mientras el agua del mar se le echaba literalmente encima, aun pudo observar como Isabel corría por el jardín en dirección al refugio subterráneo que tenían en el otro extremo, pero él sabía que ella no llegaría.
Cuando consiguió recuperar el conocimiento se encontraba atado al poste de acero, y aunque tenía la casa totalmente destrozada, aun no podía explicarse como había sobrevivido al Tsunami que había vivido hacia breves minutos.

Ya habían pasado dos meses desde el trágico suceso. La casa seguía destrozada y de Isabel no se había vuelto a saber nada más. Jerónimo estaba contemplando por enésima vez la ruina en la que había quedado su casa. El agente de seguros estaba haciendo una nueva valoración de los daños, pero a Jerónimo eso era lo que menos le importaba, solo pensaba en la pérdida del manuscrito de Jonás, y como el pobre se había olvidado de hacer una copia de seguridad.
Jerónimo encendió un cigarro, y cuando el perito se fue, jerónimo se subió a un flamante deportivo rojo, y desapareció sin volver a dejar rastro.

Cesar Gorín
4 de noviembre del 2012.

jueves, 1 de noviembre de 2012

"SOIS MÍOS"


“sois míos”

Habíamos decidido atravesar por la casa abandonada al final del pueblo, queríamos llegar rápido a la avenida principal, y comenzar a recorrer las casas pidiendo dulces, Luis iba disfrazado de fantasma, Antonio de muerto viviente y yo de muerte, la verdad es que éramos un trió bastante esperpéntico, el viejo caserío con sus ventanas desvencijadas y sus cristales rotos, parecía bastante imponente, y los 100 metros de jardín y maleza varia que teníamos que atravesar a plena luz de la luna parecían una tarea fácil. Cuando aproximadamente ya llevábamos la mitad del camino, una nube tapo la luna, y la oscuridad nos envolvió.
-¿qué es eso?-señalaba Luis una de las ventanas, mirábamos todos pero no se veía nada
-¿Lo qué? –Luis tenía la cara desencajada.
-He visto una luz en la ventana del primer piso.-yo estaba totalmente asustado y apostaba algo a que a Antonio le pasaba lo mismo.
-Pues yo no he visto nada, ¿y tu Antonio?- al darme la vuelta descubrí que Antonio estaba llorando, detrás de él había una gran sombra, algo sin definición, y se veía como si algo muy oscuro estuviese saliéndole del pecho, Luis y yo estábamos totalmente acojonados mirando aquel espectáculo monstruoso, los ojos de Antonio se le estaban saliendo de las orbitas, y su rostro se estaba desfigurando por el dolor. Como por arte de magia la sombra desapareció al tiempo que Antonio caía al suelo como un fardo.
Antonio estaba inconsciente en el suelo, pero aun respiraba, lo recogimos entre Luis y yo como pudimos, y comenzamos el resto del camino hasta el enrejado de la avenida, cuando estábamos intentando abrir la verja, note un enorme frio atravesándome la espalda, podía ver frente a mí a Luis sujetando a Antonio, un dolor en el pecho comenzó a ser enorme, quise pedirle ayuda a Luis, pero de mi garganta no salía nada, notaba como mis energías desaparecían y como mis ojos se cerraban.
Cuando desperté estaba postrado en una cama del hospital, rodeado de cables y maquinas, en la habitación había dos camas más donde estaban Luis y Antonio.
Y allí estaba, en el fondo de la habitación, apoyada en la pared, no podía verle los ojos, pero si notaba su mirada, y su sonrisa maquiavélica, y en mi cabeza resonó una sola frase, “sois míos” y comencé a gritar.
César Gorín
1 de Noviembre del 2012