“EN LA BÚSQUEDA”
-Caminaba por aquel sendero en la búsqueda
de lo incierto, la mentira mil veces contada y casi hecha realidad, buscaba una
explicación lógica, pero aun no la había hallado, pero sabía que debía estar
por algún lugar, estaba anocheciendo, la temperatura comenzaba a bajar
vertiginosamente, y los sonidos de los animales nocturnos comenzaban a
expandirse con rapidez, mientras los de los animales diurnos comenzaban a ser
solo murmullos, no las tenía todas conmigo, porque lo desconocido siempre da
miedo, al fin y al cabo los cementerios están llenos de valientes, ya casi no podía
ver más allá de dos metros de distancia, cuando a lo lejos entre ramas y
arbustos divise una luz, comencé a avanzar hacia ella, había en ella algo que
no me gustaba, así que decidí esconderme detrás de unos matorrales desde donde
divisaba el sendero a la perfección.
Juan tiro la colilla de su cigarro a
la hoguera, mientras Pedro lo miraba absorto.
-Dime, ¿qué paso?
Juan cogió la botella de orujo y le
pego un lingotazo.
-Según se iba acercando la luz, comencé
a ver una serie de sombras detrás de ella, pero no podía decir lo que eran,
hasta que llegaron a mi altura, el primero llevaba un quinqué, el que le seguía
una cruz, el siguiente un cubo con algo dentro, y los que les seguían iban como
monjes, de repente se pararon a mi altura.
Juan pego otro lingotazo a la botella,
y Pedro ya desesperado le empujo el hombro
-Pero ¿qué paso?
-Que de repente el que iba delante se
giro hacia mí, y me dijo “Juan sal, hoy
sabíamos que vendrías, y nosotros hemos venido a por ti, a que te unas a
nosotros, te esperábamos hace tiempo” entonces se saco la capucha y era
Enrique de Fornelos, que debe de llevar muerto como diez años.
Juan le metió otro trago a la botella,
Pedro estaba pálido, Juan se levanto y entonces Pedro pudo verlo bien a la luz
de la vela que tenia justo a su derecha, sus ojos estaban vidriosos, sin color,
su piel amarillenta, y su cara llena de arrugas, se asusto, nunca había visto así
a su hermano.
-Ahora soy uno de ellos Pedro, ahora
soy uno de ellos, y vendrán a por mí en breve, así que no salgas esta noche.
En ese momento unos golpes sonaron en
la puerta al tiempo que se escuchaba “Juan
es la hora te estamos esperando” y Juan se dirigió hacia la puerta al
encuentro de lo que había buscado.
César Gorín
13 de Octubre del 2012
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