“TSUNAMI”
Jerónimo se sirvió una última copa de
vino mientras finalizaba de leer el capítulo de la nueva novela que le había traído
Jonás. Isabel estaba en cama con el ordenador, como siempre metida en el
facebook con sus amigos. Cerró el manuscrito tras hacer unas anotaciones en el
margen. Se levanto con la copa en la mano en dirección a la terraza. Jonas esta
vez le había traído algo realmente bueno, quizás pudiese vender doscientos mil
ejemplares, y algún premio seguro que le caía, movería sus influencias.
Saboreo un pequeño sorbo del Ribera
del Duero mientras contemplaba el mar desde la terraza, cuando todo el suelo comenzó
a temblar, cada vez más intenso, Isabel bajo las escaleras corriendo.
-¡Un terremoto! ¡Jerónimo por Dios, muévete!
Jerónimo estaba absorto contemplando
la inmensidad que se estaba levantando delante de él, parecía un muro de agua
de más de tres metros, que estaba cogiendo velocidad en su dirección, quizás
estaba a poco más de una milla de distancia, pero tardaría pocos segundos en
devorarse todas las casas de la playa que se encontrase a su paso.
Jerónimo soltó su copa y como si el afán
de supervivencia le llamase, se soltó el cinturón y lo ato a la columna de
acero que tenia a escasos dos metros, sabía que su única posibilidad era que la
columna aguantase la primera embestida que era la más fuerte. Pensaba esto
mientras el agua del mar se le echaba literalmente encima, aun pudo observar como
Isabel corría por el jardín en dirección al refugio subterráneo que tenían en
el otro extremo, pero él sabía que ella no llegaría.
Cuando consiguió recuperar el
conocimiento se encontraba atado al poste de acero, y aunque tenía la casa
totalmente destrozada, aun no podía explicarse como había sobrevivido al Tsunami
que había vivido hacia breves minutos.
Ya habían pasado dos meses desde el trágico
suceso. La casa seguía destrozada y de Isabel no se había vuelto a saber nada más.
Jerónimo estaba contemplando por enésima vez la ruina en la que había quedado
su casa. El agente de seguros estaba haciendo una nueva valoración de los
daños, pero a Jerónimo eso era lo que menos le importaba, solo pensaba en la pérdida
del manuscrito de Jonás, y como el pobre se había olvidado de hacer una copia
de seguridad.
Jerónimo encendió un cigarro, y cuando
el perito se fue, jerónimo se subió a un flamante deportivo rojo, y desapareció
sin volver a dejar rastro.
Cesar Gorín
4 de noviembre del 2012.
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