domingo, 21 de agosto de 2011

“JUNTO A PETER PAN”


“JUNTO A PETER PAN”

La hierba de Kensington Garden aun estaba húmeda, pero el sol calentaba con fuerza, no tardaría en secarla, decidí tumbarme en ella de todas formas y como no podía concentrarme en la lectura de mi libro, me dedique a contemplar un par de ardillas, que estaban intentando robarle un sanwich a una pareja cercana, más entretenida en meterse mano que en comer, pero me impacientaba, la tardanza de Niamh no me parecía normal, tampoco me parecía muy normal que las ardillas fuesen unas ladronas, pero lo eran, la pareja ni se entero de que uno de sus sanwich estaba siendo devorado a escasos metros de ellos. Aunque no me había gustado el numerito del pub del día anterior cuando Inés, una Salmantina que conocía desde mi primer día en Londres y con la que aprendí a hacer San Franciscos, me vino a saludar amigablemente, tengo que reconocer que la reconciliación fue maravillosa. Llevaba dos días en casa y ya había cambiado todo de sitio, por la mañana me costó encontrar el café, lo que no había conseguido encontrar era el azúcar, y como Niamh se había marchado temprano y dejado una nota de que nos encontraríamos al mediodía junto a la estatua de Peter Pan, pues al vecino a pedirle el azúcar.

Comenzaba a tener una extraña sensación en el estomago, no sabía si era apetito, ansiedad por el retraso de Niamh o ambas cosas, estaba tentado a hacer lo mismo que las ardillas y robarles el otro sanwich a la pareja, pues ellos parecía que no necesitaban más menú que el uno a la otra, la entretenida pareja despertó repentinamente de su sueño, y él estaba increpando a las ardillas ladronas, compartieron el sanwich que quedaba entre carantoñas y besos, mi preocupación iba en aumento y mi apetito también, ya llevaba dos horas allí y Niamh sin dar señales de vida, el sábado avanzaba a gran velocidad pero mi reloj parecía no tener cuerda, las agujas parecían no moverse en absoluto y en cambio si avanzaban, pasaba gente para un lado u otro, parejas, grupitos, solitarios y solitarias, comenzaba a refrescar y el goteo de personas poco a poco iba siendo menor, pronto oscurecería, yo trataba de concentrarme en el libro, pero me era totalmente imposible, mi preocupación cada vez era mayor, las luces del parque ya estaban encendidas, estaban a punto de cerrar, así que me dirigí hacia la entrada de Lancaster Gate, y allí estaba ella, de pie al otro lado de Bayswater Road, con sus enormes ojos verdes que brillaban como estrellas, y su enorme sonrisa de porcelana, su melena recogida en un moño y un pichi blanco con flores rojas, mirándome con cara de felicidad, cruce la calle corriendo, y le pregunte si estaba bien, que le había pasado, mis palabras se atropellaban en la boca entre un inglés incomprensible mezclado con un castellano indecente, ella me beso con pasión, y después solo me dijo al tiempo que sacaba un sanwich del bolso, que solo quería saber cuánto tiempo era capaz de esperarla, para saber cuánto la amaba, me quede totalmente de piedra, y antes de que pudiese reaccionar volvió a besarme larga y apasionadamente, hasta que consiguió disminuir mi enfado, y hacerme olvidar temporalmente lo que había estado preocupado. Hoy lo recuerdo como una experiencia única, en lo que aprendí que no hay nada como la puntualidad con una persona, para no esta no sienta esa preocupación y desazón que yo sentí aquel día.

César Gorín

9 de Agosto del 2011

http://lucesdeluciernagas.blogspot.com/

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2 comentarios:

  1. Me pregunto si es un recuerdo antiguo o reciente... Ni siquiera sé donde vives... Abri tu página por casualidad, pero me gusta.
    Volveré por aquí si vivo lo suficiente...
    Ciao

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  2. Muy bella tu historia, César. La veo de un verde brillante, ésta y todo lo que has escrito en este blog. (Hasta el momento).

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