martes, 23 de agosto de 2011

“POR UN PARTIDO DE FUTBOL”


“POR UN PARTIDO DE FUTBOL”

Alberto, un compañero de clase, hijo de emigrantes de cerca del pueblo de mis padres, que llevaba quince años viviendo en Londres, me invito a jugar al futbol el sábado por la mañana, solían jugar cada sábado un partido con compañeros del centro gallego contra otro grupo de amigos ingleses. En un principio rechace la oferta pues los sábados por la mañana era día de colada, tenía que ir a la Lavandería, pues no teníamos lavadora en la residencia donde vivía, y después me acercaba al Tesco o al Sainsbury’s a hacer la compra semanal, mas tarde planchaba y ordenaba mi tigrera, comía y después estudiaba un rato antes de salir a dar una vuelta con los compañeros, o simplemente ir al pub, pero después de que Alberto me insistiese unas cuantas veces acepte, necesitaba descargar algo la adrenalina que se estaba acumulando tras la marcha de Niamh, a pesar de sus constantes celos, la echaba de menos, así que un partidillo no me vendría mal, y las cosas las podía hacer después de comer. A las nueve de la mañana estaba con una botella de agua, una pequeña toalla de manos, y ropa deportiva en la cafetería cercana a The Serpentine en Kensington Gardens, llegue puntual como si fuese inglés, y allí estaban, a varios ya los conocía del centro gallego en Oxford Street, y a más de la mitad no los había visto nunca, casi todos eran del otro equipo, alguien trajo una nevera llena de cervezas para después del partido, y todos nos fuimos para una zona más abierta un poco más al sur, unos pusieron unos palos como delimitación de los corner, otros los pusieron como porterías, lo tenían todo preparado, estiramos un poco y a jugar, a los cinco minutos no podía con el culo, y cada dos por tres me iba a beber agua, cuando paramos a la media hora, mis piernas se arrastraban por el campo hacia la bolsa con la toalla, no me salía nada, cada balón que tocaba o lo perdía o lo mandaba fuera, ni un solo regate, ellos estaban en mejor forma de lo que yo me encontraba. Cuando me senté al lado de Alberto, se presento su hermana Iria con una amiga, hablaron unos segundos y se sentaron un poco más alejadas cuchicheando, le pregunte que hacían allí, y me conto que a su hermana le gustaba uno de los del otro equipo y cada sábado venia a ver el partido para poder verlo, volvimos al partido, pero todo seguía igual, ellos nos estaban dando una paliza, y yo estaba más tiempo en el césped que de pie, de repente sin saber cómo me aparecieron las fuerzas, en un cambio de ritmo después de llevarme a un par de los del otro equipo, me plante solo delante del portero, me cerro bien pero conseguí regatearlo, le di a la pelota, ya casi estaba cantando gol, pero la cruce demasiado y lo único que conseguí fue que el palo que hacía de poste apareciese un par de metros más atrás, lo único que realmente hice en todo el partido. Cuando acabamos me fui a buscar mi toalla y una cervecita que sabía que me estaba aguardando, pero mi toalla no aparecía, estaba la sudadera, la bolsa, pero la toalla estaba delante de mis ojos colgada de una mano, de la otra una cerveza, cuando levante la vista vi unos preciosos ojos azules que me miraban, “hola, soy Jenny y creo que buscas esto”, le di las gracias me puse la sudadera, me seque bien la cara y me puse la toalla al cuello, para después abrir la cerveza y darle un buen sorbo, estuve unos minutos de charla con ella, yo no quería saber nada de mujeres en aquellos momentos, aun estaba escocido con Niamh, pero no sé como al rato estábamos hablando de nuevo y sin saber cómo sucedió, de repente me encontré besándome con ella. Jenny era una de esas mujeres con cara redondita, media melenita rubia casi platino, ojos azules y grandes como platos, cadera ancha piernas poderosas, y busto llamativo, podías mirarla y perderte entre los encantos de su belleza, pero lo que más te atraía era la dulzura de su voz, cálida y suave que te atrapaba como una tela de araña, quizás fue eso lo que me atrajo de ella, o el pequeño lunar que tenia al lado de la ceja izquierda, me fui para casa después de despedirme de Alberto, el cual se reía como si supiese algo que yo no sabía.

Había quedado Con Jenny en la puerta de Starbucks de Covent Garden, fuimos a tomar algo a un pub, y poco a poco el cielo de sus ojos se fue convirtiendo en mi cielo; por la mañana cuando me desperté tenia pegado a mi lado un maravilloso cuerpo de 21 años, y unos labios besuqueándome toda la cara. A veces las cosas suceden por que tienen que suceder, no porque uno quiera que pasen o quiera que no pasen.

César Gorín

10 de Agosto del 2011

http://lucesdeluciernagas.blogspot.com/

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1 comentario:

  1. Muy romántico. Lo tuyo tiene aire de diario íntimo. Dicen que las mujeres somos románticas y yo creo, se equivocan, he escrito tanto y tan pocos cuentos de amor!

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